MADRES

Ayer despedimos a Ana Luisa Sáez Vásquez, madre de Michel Nash Sáez. Mientras estaba allí en la pequeña ceremonia en el cementerio general, escuchando algunos testimonios, observando a las personas que la acompañaron, mirando su ataúd con una rosa roja encima, entre la pena por su partida, y la rabia por la injusticia y crueldad a la que fue sometida con la desaparición de su hijo Michel Nash Sáez, me preguntaba por qué esa despedida tan solitaria, tan callada. Estaba su familia y unas 80 personas, la mayoría mayores de 50, un joven de la Juventud Comunista y el Diputado Comunista Hugo Gutiérrez.

Me pregunté con enojo, para ser franca, dónde están todos los jóvenes que hoy quieren cambiar el mundo, dónde están las organizaciones sociales, las múltiples izquierdas, las feministas, los colectivos de luchadores sociales, los intelectuales, dónde están las banderas, las canciones, las flores que debieron acompañar a una mujer que lucho 45 años por los derechos humanos, por la verdad y la justicia. Ella era una madre que perdió a su hijo en septiembre de 1973, fue fusilado y hecho desaparecer. Ana luchó hasta su último respiro por encontrarlo. Ella es una más de esas mujeres que remecieron la conciencia de Chile en los peores años de la dictadura. Ana es una más de esas madres que se enfrentaron a Pinochet solas, que salieron a las calles, que hicieron la huelga de hambre más larga en dictadura, que pusieron, gracias a sus luchas, las violaciones a los derechos humanos que se cometían en Chile, en la primera plana del mundo y con eso nos ayudaron a TODOS!  Su lucha es de un valor incalculable para la vida de muchos de nosotros, para que hoy exista democracia, para que hoy se hable de derechos humanos, para que sea TEMA en el Chile de hoy.

¿Acaso no debiéramos salir en masa a despedir a una mujer así?, ¿Acaso no debiéramos todos tomar su bandera y seguir preguntando Dónde Está Michel Nash Sáez? ¿Acaso no debiéramos todos abrazar a esas mujeres, las que aún viven y ayudarlas a encontrar a sus hijos antes que se mueran sin saber?!

Ella pidió que se pusiera una canción de Silvio Rodríguez que dice así:

A dónde van las palabras que no se quedaron

A dónde van las miradas que un día partieron…

…a dónde van ahora mismo estos cuerpos

que no puedo nunca dejar de alumbrar

acaso nunca vuelven a ser algo

acaso se van..

y a dónde van, a dónde van.

Así terminó su despedida, con la pregunta insistente que vivió con ella 45 años ¿Dónde, Dónde estás hijo mío??!! , ¿Dónde? Una pregunta que NO QUIEREN RESPONDER LOS RESPONSABLES DE ESTE HORRIBLE SUFRIMIENTO. Una pregunta que los que no tienen un desaparecido no están haciendo, una pregunta que los jóvenes no hacen, que la sociedad chilena no hace.

Es una pregunta que deberíamos gritar TODOS los que nos decimos respetuosos de los derechos humanos. DEBERÍAMOS EXIGIR una respuesta. Porque las respuestas ESTÁN.

Es un imperativo ético gritar esa pregunta ¿Dónde Están los Detenidos Desaparecidos?

Las cenizas de Ana serán llevadas a Pisagua. Sí a Pisagua, el lugar donde fusilaron a su hijo. Serán lanzadas al mar, porque ella pensó que quizá allí, en el fondo del mar se encontraría finalmente con su hijo Michel.

Cada vez que se muere una madre sin saber dónde está su hijo, pierde la humanidad de este país, cada vez que una madre que ha luchado 45 años por la verdad y la justicia se va así, apenas acompañada de unos pocos, en silencio, se muere la verdad y la justicia.

HASTA ENCONTRARLOS.

Andrea Ugalde Prieto

Directora

EL FAM CON LOS OJOS DE ANTONIO LARREA

l 28 de septiembre a las 21 hrs, ante un Estadio repleto, con todas las entradas vendidas, comenzó el Acto Homenaje. La actividad destacada por la conmemoración del natalicio 86 de Victor Jara, fue en realidad un doble homenaje. Primero a Víctor por cierto, como toda la semana del Festival Arte y Memoria que lleva su nombre. Y luego a Joan Jara por su larga trayectoria de lucha y trabajo por las artes, la cultura y los Derechos Humanos.

Todas estas fotografías fueron tomadas y donadas a la Fundación por el gran maestro Antonio Larrea. Agradecimiento especial para él.

La Escuela Artística Comunitaria fue la encargada de abrir la noche. Mas de 80 alumnos permanentes de la escuela se fusionaron para poner en escena el tema «La Partida» de Victor Jara. La noche partió así con gran emoción al escuchar a los jóvenes cantar y bailar en el escenario del FAM.

Ismael Oddó, Elizabeth Morris, Magdalena Mathey, Nano Stern  y Pascuala Ilabaca, se unieron y prepararon un programa especial, versionando temas de Víctor Jara. Estos destacados músicos y músicas se tomaron el escenario rotando y cantando diversos temas. Su energía, perfecta preparación y emoción transmitieron al público el amor por Victor que todos ellos profesan, en lo profesional y en lo personal. Juntos interpretaron PALOMA QUIERO CONTARTE y DEJA LA VIDA VOLAR. Terminaron su participación con la magistral interpretación de CANTO LIBRE.

La AFEP, Agrupación de Familiares de Ejecutados Políticos, también se tomó el escenario para acompañar a una de sus socias a cantar El Derecho de Vivir en Paz. Luego Manuel García, rodeado de igual forma, interpretó un tema de su creación titulado Joan, en homenaje a Joan Jara allí presente.

Uno de los momentos mas significativos de la noche fue cuando se le hizo entrega a Joan Jara de un reconocimiento a su trayectoria. Ella no sabía hasta ese momento que sería homenajeada. En este acto quedó instituido este reconocimiento que será entregado por la Fundación cada año. Esta distinción fue bautizada asi: Reconocimiento Arte y Memoria Joan Jara y se le otorgará a la institución o persona que se haya destacado en la defensa de los Derechos Humanos y la memoria desde las artes y la cultura.

Joan jara recibió el cariño del público presente y en particular de los alumnos de la escuela Artística Comunitaria de Lo Espejo.

Fue un momento de una emoción especial. Roberto Márquez recibió de manos de Amanda Jara, la guitarra de Víctor que había estado guardada por años. Interpretó con ella la canción Manifiesto. Para todos los asistentes no pasó inadvertido que la guitarra de Víctor volvía a sonar en el estadio donde fue asesinado en 1973 y con su canción emblema, un verdadero testamento premonitorio escrita dos meses antes del golpe de estado. En esta foto-composición, Antonio Larrea quiso inmortalizar ese hermoso momento.

Luego de cantar Manifiesto, Roberto Márquez llamó al escenario a Luis Le Bert, fundador de Santiago del Nuevo extremo. Lucho interpreto la canción Homenaje, un tema hecho en plena dictadura para señalar la dolorosa ausencia de Víctor Jara en aquellos oscuros dias. Fue otro momento lleno emoción y fuerza interpretativa del gran Luis Le Bert.

No podían faltar. Inti Illimani cerró una noche redonda interpretando sus canciones imprescindibles. Los acompañó una vibrante Isabel Parra.

Los Poetas Recuerdan a Víctor Jara

Me habría gustado conocer en persona a Víctor Jara. Lo vi de lejos, cantando en alguna manifestación. No me nace llamarlo simplemente “Víctor” como si lo hubiera conocido, temeroso del abuso de confianza o presumir un privilegio que no tuve. Sin embargo, lo siento cercano como a un amigo entrañable, un hermano mayor al que se echa de menos, al que alguna vez le escribí un poema. Víctor Jara es, al mismo tiempo, un amigo sencillo, cercano, y un símbolo universal que alcanzó las estrellas.

Grande y sencillo como todas nuestras víctimas, a las que debemos honrar. Para cada una de ellas tenemos un respeto equivalente. Cada víctima simboliza a las otras. Se contienen significativamente. Así, tras la imagen de Víctor Jara también están sus hermanos y hermanas en la tragedia. Lo imagino caminando por su Universidad Técnica del Estado, entre esculturas y murales que lo recuerdan. Su rostro, sus manos heridas, su guitarra rota.  Despierta, al mismo tiempo, un sentimiento de familiaridad –el amigo ausente- y de estar cerca de una leyenda inmortal, que ya es parte de la historia. Él quiso cantar “Cruz de luz”, el tema del recordado Daniel Viglietti: Camilo Torres muere para vivir. La escuchamos y nos recuerda a Víctor Jara, a Daniel Viglietti y a Camilo Torres. Vivos. El poder del canto que construye memorias.

Cercano y mítico Víctor Jara inspira canciones, pintura, dibujos, murales. También poesía. En un libro reciente –Wurlitzer, cantantes en la memoria de la poesía chilena– podemos encontrar al menos diez poemas dedicados a Víctor Jara o en que él es parte de la atmósfera del poema. Escritores importantes como Fernando Alegría le dedican sus versos y se rebelan contra el asesinato: “Te oigo hermano cantar / en el Estadio vacío / voz de piedras en un río / que nadie habrá de callar, / y me da por preguntar / por qué tu vuelo cortaron / si supieron que fallaron / no por mala puntería / pues el pueblo recibía / vida cuando te mataron”. Artistas que trabajaron con Víctor Jara, como el poeta y escritor Patricio Manns, agregan versos que también se pueden cantar: “Los que rompieron su pecho / salpicando allí amapolas / no saben que el canto es ola / que vuela sobre los techos / Podrán acallarlo un trecho / podrán mancharle la cara / pero el brazo que dispara / no puede contra el que canta / Por sellarle la garganta / mataron a Víctor Jara”. Por su parte, el crítico y poeta Pedro Lastra le dedica unas Palabras viendo cómo crece el recuerdo de Víctor Jara en las almas sencillas: Deja pasar los años, Víctor Jara, / en el tiempo que viene / nadie recordará / al oscuro hombrecillo que ordenó que murieras / ni a los que dispararon contra ti: ya sus almas / se pudren o se queman, da lo mismo / porque el infierno es el olvido. / Pero tú cantarás, / cantarás para el día más alto y la memoria / y entonces sí, tu nombre / alumbrará una calle, una plaza de aldea / a la que irá mi madre / otra vez con sus flores y luciérnagas / y tú y yo como ayer / sabremos por qué cantas y tu voz / llena de nuevo el aire de palomas”.

Poeta también, Víctor Jara escribió poesía en el estadio que hoy lleva su nombre. Es evidente que su imagen evoca de inmediato al cantor y compositor. La sonrisa ancha es la música y su rostro sombrío es el golpe de estado. Los focos iluminan su música y las circunstancias de su muerte. En segundo plano, eclipsada por las otras facetas de un artista múltiple está el hombre de teatro, el que relaciona a los diversos personajes, caracteres y escenarios, de cara al público. Generalmente al personaje se le aísla en la construcción del mito y me parece aleccionadora la vocación de trabajo en equipo que denota Víctor Jara, quien fuera parte del Conjunto Cuncumén y de compañías de teatro donde su aporte producía sinergia con otros oficios. Así, la figura de Víctor Jara es evocadora de grandes talentos que siempre valdrá la pena recordar como parte de una época prodigiosa y de una comunidad artística e intelectual que compartía sueños y proyectos. Recordarlo en sus diversas facetas desmiente y fortalece su proceso de construcción del mito. Lo desmiente porque lo humaniza, acercándonos a su cotidianidad, a sus amigos, alejándolo de la estatua; lo fortalece, porque resulta que el personaje es más grande aún de lo que pensábamos.

Jorge Montealegre Iturra

Integrante del Directorio de la Fundación Víctor Jara

Septiembre de 2018.

EL MONTAJE

Participé en el “montaje”. Tuve el privilegio de participar en la etapa de preparación del Museo de la Memoria y los Derechos Humanos, antes de su inauguración. Fue un trabajo acotado, que no estaba en una esfera de decisión. Ser periodista y escritor me habilitaba profesionalmente para el trabajo. Mis escritos testimoniales y sobre las memorias; así como el haber colaborado en los años ’80 en la Comisión Chilena de DD.HH. me convertían en una persona cercana a los temas que debería abordar. ¿De qué se trataba? Debía escribir los textos de síntesis que debían servir para las vitrinas y otras piezas de la museología, diseño y definición que le correspondía tratar a otras personas. Leí miles de páginas provenientes de los documentos oficiales, cuya fuente eran los informes llamados “Rettig” y “Valech”. Relatos espeluznantes, estremecedores, pavorosos. Pero ni espeluznante, estremecedor pavoroso se me permitió  utilizar en los textos. Tuve que evitar –a pesar de las tentaciones y el asombro- todo adjetivo, toda opinión: “Que califique la persona que visite el museo, que se enfrente ante las evidencias”. En otras palabras, que el Museo entregue el dato y no el relato. Me costaba mucho no adjetivar, con rabia incluso; con espanto, con dolor. Pero había una línea editorial que impedía los gustitos personales. La actitud típica de la transición, de la posdictadura. En el directorio del Museo, además, estaba –sigue estando- representada la derecha; incluso un ex integrante del Consejo de Estado de la dictadura. Entre las fotos de las víctimas de violencia política, si se mira bien, hay personas desaparecidas y ejecutadas junto a uniformados que están registrados en el Informe Rettig. El “montaje” se hizo hasta con timidez, lejos de cualquier osadía o intrepidez que pudiera impedir que pudiera existir el Museo. Parte de su viabilidad dependía –maldita sea- de los victimarios. Y que se pudiera crear y que exista hoy es un logro. A pesar de todo.

Es tan elocuente lo que ahí se preserva, se muestra, se divulga en función de que Nunca Más se repitan las atrocidades cometidas por la dictadura cívico militar –con el silencio, desinformación, desidia, complicidad pasiva y activa de tantos- que ciertamente contribuye a la formación de una cultura de los derechos humanos y al reconocimiento de cómo las víctimas supieron enfrentar con dignidad el sufrimiento. El Museo cumple su misión y otras organizaciones de la ciudadanía también lo hacen complementando esa memoria, aportando las diversas piezas de un puzzle que la historia irá interpretando. Por ello, son ofensivos los dichos del personero de gobierno que habla de “montaje”, que el museo es “para contar una versión falsa”, para que “la gente no piense, para atontarle”. Pueden criticar, pero no desmentir. Quienes, a pesar de las evidencias, siguen negando, minimizando o relativizando los terribles crímenes cometidos están enfermos de contumacia: insisten en el error y el horror.

Ya conté mi participación en el “montaje”. Ciertamente no se trataba de “hacer literatura” ni de lucirse, pero reconozco que fue un privilegio. Lo agradezco. Me parece bien que la voz pública de los escritores se haga escuchar. En ese sentido es significativo que un Premio Nacional de Literatura –Raúl Zurita- haya reaccionado de inmediato ante los dichos del ministro de las culturas, las artes y el patrimonio: “Declaraciones que hieren lo más entrañable del pueblo de chile, a sus desaparecidos, a sus fusilados, a sus torturados, a sus exiliados…” apelando –el poeta- a “nuestra dignidad como artistas, como escritores, como intelectuales, como seres humanos en ello». Comparto, suscribo y agradezco esa declaración. Defendamos nuestro Museo de la Memoria y los Derechos Humanos; y cada esfuerzo por completar, preservar y divulgar la memoria que se hace -también- fuera de esa institución. Que el silencio de los escritores y escritoras no nos resulte algo vergonzante.

Jorge Montealegre I.

Escritor

Director Fundación Víctor Jara

CAMILO CATRILLANCA, ROGER WATERS Y VICTOR JARA.

Poco antes de que empezara el recital de Roger Waters, y en medio de la ansiosa espera, al centro del Estadio nacional, comenzamos a recibir noticias de que algo muy grave estaba pasando en el Walmapu, en la zona de Ercilla, en la comunidad de Temucuicui. Las noticias eran confusas. Ya entrada la noche y el recital avanzando hacia el final, las noticias se confirmaban: un comunero había sido muerto una vez mas por la espalda, con balas disparadas por miembros del comando Jungla.

Entonces Roger Waters tomó su celular y lo acercó al micrófono. La voz de Victor Jara se escuchó con asombrosa claridad, cantando El Derecho de Vivir en Paz. La emoción por partida doble. Por un lado un homenaje sincero de un gran artista, aplaudido por los 50 mil asistentes. Pero por otro, la triste coincidencia de que lo que ahí se expresaba contenía una verdad desgarradora: el canto valiente siempre será canción nueva. La vigencia del mensaje de Victor nos envolvía en el dolor por tantos y tantas hermanas asesinadas por la mano de miserables intereses económicos.

Esa noche no la podremos olvidar jamás. Por Roger, por Víctor y por Camilo.

#JusticiaParaCamiloCatrillanca

Cristian Galaz
Noviembre 2018

Foto: Agencia Uno.

¿COMO SERÁ RECORDADO ESTE 2018? Unión y fraternidad

Estamos llegando al final de un año difícil, complejo, con esperanzas y también con profundas tristezas. ¿Como será recordado este 2018? La explosión del movimiento feminista es una de las luces que iluminan esa esperanza. Con alegría, verdad y contundencia pusieron demandas de siglos sobre la mesa y cambiaron el curso de las agendas de todos los sectores políticos, sociales y culturales. También podremos recordarlo por el espontáneo movimiento del mundo de la cultura y los derechos humanos que obligó a renunciar al recién nombrado Ministro de las Culturas, por haber declarado que el Museo de la Memoria era un “montaje”. Como fundación fuimos parte de ese movimiento, lo decimos con orgullo. Nos hizo pensar que cuando hay unión constituimos una fuerza imbatible.

Pero también estamos cerrando el año con la profunda tristeza y conmoción que ha causado el asesinato de Camilo Catrillanca, resultado de una política represiva contra la nación mapuche que lleva décadas violentando al país entero. Toda la solidaridad que ha surgido con la familia de Camilo y con la causa mapuche no devolverán las vidas arrebatadas, pero nos muestran un camino, el camino de la fraternidad que tanto nos hace falta en un Chile abusado y violentado.

Y ahora la pregunta se da vuelta para mirarnos y nos interpela: ¿Cómo queremos recordar en el futuro el año 2019 que está por comenzar? Y la respuesta es una sola: depende de nosotros, de lo que hagamos o dejemos de hacer.

Desde la Fundación Víctor Jara les deseamos un 2019 fraterno y esperanzador, y que juntos, unidos, podamos avanzar hacia un Chile con más verdad, más justicia, más igualdad y verdadera libertad.

Fundación Víctor Jara

HUELLAS, RASTROS, SURCOS

A Joan no le gusta hablar, pero es un privilegio oír su palabra. Siempre con su dolor irreparable, con solidaridad recíproca, incansable en su misión y transmitiendo fuerza. Mucha fuerza. Cabizbaja, escucha, piensa. No queremos importunarla. Infunde un respeto profundo difícil de verbalizar. El silencio es una canción de Víctor Jara que solo ella conoce.

Recientemente presidió el acto en el que la Fundación Víctor Jara hizo público el sitio archivovictorjara.org. Se trata del resultado de un largo trabajo de rescate patrimonial en torno a la biografía y obra de Víctor Jara; a la solidaridad internacional motivada por el impacto de su testimonio y a la resonancia de su figura en la resistencia democrática y en las nuevas generaciones. El acervo corresponde a quinientas fotografías que estarán a disposición de las personas interesadas en conocer, revisar, investigar. Afiches, fotografías, correspondencia. Huellas, rastros, rostros, resonancias. Surcos. Una tarea de rescate, divulgación y defensa de la memoria que Joan –con sus hijas Manuela y Amanda- inició cuando comenzó un exilio interminable. Ya como Fundación la iniciativa empezó a materializarse hace unos 27 años, con el aporte fundamental de Eugenia Arrieta Salvatierra, ya fallecida, quien como voluntaria de la Fundación se dedicó a solicitar, recopilar y ordenar diversos documentos. La tarea continuó (el Archivo fue presentado por Catalina Echeverría y Mariela Llancaqueo; junto a Cristian Galaz, director ejecutivo de la FVJ).

Pienso que son huellas, los vestigios biográficos que tenemos de Víctor Jara que dejaron una impronta “verificable” (sus discos, fotografías y videos de actuaciones, apariciones en la prensa de su época, etc.); como rastro pienso en la presencia en la ausencia, sin Víctor Jara físicamente –deja su huella en el viento- y ese rastro lo recoge la solidaridad internacional (afiches, conciertos en su homenaje, esculturas, nombre de calle, etc.); por último están las resonancia en las expresiones espontáneas donde la figura y obra es inspiradora de otras obras y figuras, de nuevas generaciones que no conocieron a Víctor Jara en persona ni vivieron o sufrieron la solidaridad internacional o la resistencia bajo dictadura; pero que tienen una cercanía afectuosa con el mito. A propósito recuerdo –y vuelvo a escuchar- “Homenaje” de Santiago del Nuevo Extremo: Sólo quiero saber quiénes miran / hacia donde miro yo /quiénes son los que enredadas las manos / se acuerdan del cantor. // No vacilaremos / en tenderle una canción / un millón de voces / le dirán que no fue en vano / que nos diera de su boca / el pan del aire y una flor / Víctor, gran ausente / desde siempre te cantamos…

Un Archivo es más que un archivo. Lleno de memoria, en él están las huellas, el rastro y las resonancias: un gran surco en nuestra tierra que tiene semillas de valores y memoria, de arte y política que, sabemos, no todas germinan al mismo tiempo.

Jorge Montealegre I.

NOMBRES, VÍA PÚBLICA Y MEMORIA

A propósito de la campaña por el cambio de nombre de Av. Ecuador por Av. Víctor Jara, una columna del siempre claro Jorge Montealegre, destacado escritor y miembro de nuestro Directorio

NOMBRES, VÍA PÚBLICA Y MEMORIA 

Me gusta vivir en una calle que se llama “Rubén Darío”, en homenaje al poeta nicaragüense; cerca de una pequeña calle que se llama “Violeta Parra” (nombre que quizás le queda grande a tan pocas cuadras) y de unas calles donde se junta “Blest Gana” con su personaje “Martín Rivas”. Me cuentan que en Pirque hay una calle “Pía Barros”, que está entre “Gabriela Mistral” y «Pablo Neruda» (y este último todavía no hace con “Pablo de Rokha”. Me gusta eso, pero no me gustaría que mi dirección –por ejemplo- recordara al “General Bonilla”, el primer ministro del interior de la dictadura (sus deméritos se desprenden de los informes sobre violación de los derechos humanos). Por su parte, el primer ministro de Hacienda en dictadura, “Almirante Lorenzo Gotuzzo”, ya perdió su nombre en la calle que, en buena hora –es decir, para el Día Internacional de la Mujer- fue rebautizada como “Profesora Amanda Labarca” en homenaje a quien luchara por los derechos de las mujeres en Chile… y qué bien que se junte con «Valentín Letelier»!. No fue fácil: el concejo municipal de Santiago aprobó el cambio por seis votos a favor y cuatro en contra.

Para mí el nombre de los lugares públicos es un tema significativo, desde el punto de vista de la construcción del imaginario simbólico de nuestra ciudad, de la identidad del barrio, de nuestra memoria colectiva. Siempre me ha interesado. Y en estos días está en el aire.
Un ministro declara que “es razonable evaluar un cambio de nombre para el Parque Urbano ‘Renato Poblete’” –de Quinta Normal– considerando “la magnitud de las denuncias” por abuso sexual y de poder. Al inaugurar el parque, el Presidente Piñera dijo que –para él- el cura jesuita era «un santo». La investigación en desarrollo indica que no era tan santo. En otra comuna, reivindicando el nombre de la primera médica chilena, un grupo ciudadano de Independencia, con apoyo de la Universidad de Chile, impulsa la campaña “Un Metro para Eloísa” con el fin de que la Estación “Hospitales” de la Línea 3 recuerde a la “Dra. Eloísa Díaz”. Pocas estaciones tienen nombre de mujer y el Metro le consulta poco a los vecinos sobre lo que hacen en su territorio. Por otro lado, en Estación Central, la Federación de Estudiantes de la Usach y la Fundación Víctor Jara, en festivales masivos y gratuitos, llevan la campaña “Una calle para Víctor Jara”. Se propone que el nombre lo lleve un tramo de la Av. Ecuador. Y así como hay nombres reivindicables, los indeseables, como el proyecto para borrar cualquier vestigio de homenaje a la dictadura de Pinochet, apoyado por organizaciones de familiares de detenidos desaparecidos y ejecutados políticos: “Ninguna calle llevará tu nombre”.

El tema no es irrelevante ni lejano. ¿Qué más cercano que las calles, los parques de nuestro barrio?

El caso del “Parque Renato Poblete” –y de la estatua dedicada al cura- plantea el tema del desafecto, del demérito, del retiro del homenaje que –ahora- resulta inmerecido. Es equivalente –valga la comparación con otros casos de abuso– al retiro de la «nacionalidad por gracia» con que el Estado ha beneficiado a algunos extranjeros por la realización de “grandes servicios” a la República, pero que después traicionan la hospitalidad y el honor otorgado con sus actuaciones criminales. “La magnitud de las denuncias” justifica el retiro del homenaje. Es interesante el criterio si extendemos el concepto de abuso a la violación de los Derechos Humanos. ¿”La magnitud de las denuncias” –véase informes Rettig y Valech- no justificaría el cambio de nombre de la “Avenida General Oscar Bonilla”? (¿Qué pensarán los alcaldes de Pudahuel y Lo Prado, aparte de lo oneroso que debe ser el cambio de señalética?).

Un caso digno de ser recordado –y de celebración- es la Iniciativa para “Desmonumentar” la Dictadura que en el año 2012 logró devolver el nombre “Avenida Nueva Providencia” a la calle que los alcaldes designados por la dictadura nombraron “Avenida 11 de Septiembre” para rendir un homenaje permanente al golpe de estado de 1973 y la consiguiente instauración de una dictadura militar en Chile. La iniciativa ciudadana, encabezada por el historiador Francisco Estévez Valencia, la entonces Presidenta de la Unión Comunal de Juntas de Vecinos de Providencia Josefa Errázuriz y el miembro del Centro de Alumnos del Liceo José Victorino Lastarria, fue una disputa por el poder simbólico que establece un precedente de acción democratizadora que bien vale la pena conocer en todos sus detalles. Nadie dice que esto es fácil. Pero es un campo donde la ciudadanía debe opinar. Como dijo el ministro, a propósito del Parque Renato Poblete, “los cambios de nombres son temas que se resuelven en su minuto”. Y pueden pasar años.

Los personajes indeseables, las personas no gratas y efemérides repudiables ¿deberían ser relegadas completamente al olvido? ¿Cómo recordamos sin que el acto de recordación no se interprete como un homenaje? ¿Hay que botar todas las estatuas? El asunto es ponerle nombre al espacio público y con un sentido que no sea solamente el sentido del tránsito. ¿Da lo mismo como se llame el lugar por donde caminamos? ¿Ese lugar donde nos encontramos con el resto de los ciudadanos? ¿El lugar público por donde transitamos de la casa al trabajo… esos puntos de partida o de llegada donde están nuestros afectos familiares o laborales? ¿Nos importa que nuestra calle se llame de tal o cual manera? ¿Es casual? ¿Todo es casual? ¿…o puede tener sentido preguntarnos por el nombre de las calles, que a veces llamamos arterias, como si recorriéramos un cuerpo que nos contiene a todos? A fin de cuentas hablamos de la ciudad: del lugar que habitamos.

Ciertamente el olvido hace que muchos nombres, en el uso diario, no tengan más sentido que una señal caminera para no perdernos. No sabemos por qué, en algún momento ese nombre mereció ser “nombre de calle”. Cuando se impone la indiferencia, como en un palimsesto podemos escribir otro nombre encima y nadie se sentirá violentado por ello. Las huellas débiles se borran y lo que no es recordado se muere… o queda en un estado de latencia hasta que alguna contingencia lo actualiza y nos enteramos del origen de la nominación. (Recientemente, por ejemplo, las autoridades locales de Los Ángeles (EEUU) retiraron una estatua de Cristóbal Colón como «un acto de justicia reparadora» para los «habitantes originales»). Entonces, nos preguntamos qué tan justo o merecido o correcto es que tal o cual avenida lleve el nombre de un personaje determinado o de una fecha histórica. ¿De qué son evocadores esos nombres?

En nuestro país, el tránsito a la democracia no desmontó los dispositivos simbólicos que dejó la dictadura, incluso cuando la medida de lo posible lo permitía.

Aquí no hubo un derribamiento de estatuas, imágenes que referidas a otras latitudes se convirtieron en la metáfora de la caída de los regímenes que representaban. Digamos también que no había estatuas que derribar y que el golpe se monumentalizó no tanto por la vía del culto a la personalidad del dictador sino por la vía de las desapariciones de íconos vinculados a la cultura de izquierda y sus reemplazos. Por ejemplo, en Chillán hubo un lugar al que los pobladores, por unanimidad en una asamblea, decidieron llamar “Violeta Parra”.

Inmediatamente después del Golpe de Estado, la dictadura decidió llamar de otra manera a esa Población. Se le impuso el nombre de un héroe de la batalla de la Concepción y pasó a llamarse “Población Luis Cruz Martínez”. La artista fue reemplazada por un militar “como una manera de hacer justicia a los valores propiamente nacionales y poner término a las designaciones políticas” (El Mercurio, Santiago, 2 de octubre de 1973). También “Violeta Parra” se iba a llamar la estación del Metro –cuando Allende visitó esas faenas- que hoy conocemos como “San Pablo”… desde que a Pinochet le tocó la inauguración. Al final, es una demostración de poder y los diversos Estados y gobernantes siempre querrán anclar su versión histórica en monumentos de recordación. En auto-homenajes. En Chile el enemigo interno tenía símbolos tan arraigados que, a pesar de todo, no pudieron ser eliminados. Es legítimo, entonces, recuperar y reivindicar la presencia simbólica merecida, así como desmonumentar lo que no merece monumento.

Así, puede darse una cierta circularidad en la desmonumentalización (“11 de Septiembre” vuelve a ser “Nueva providencia” y espero que no vuelva a ser “11 de Septiembre”; más lejos, San Petersburgo volvió a ser San Petersburgo, luego de pasar por Petrogrado y Leningrado: los nombres de la ciudad se cambiaban según los cambios políticos. Y esto creo, deja preguntas en el aire sobre cómo desmonumentar sin dejar de recordar; sin negar la existencia de aquello que no merece homenajes, pero sí debe ser parte de la memoria colectiva. La pregunta, parodiando a Gonzalo Rojas, es qué se recuerda cuando se recuerda. El problema no es la memoria, es el sentido del recuerdo. En simple, creo que se debe aplicar una meritocracia local para tener “nombre de calle”.

Finalmente, al recorrer estos nombres recorremos la ciudad y me pregunto ¿Qué pasa con la disputa simbólica en una ciudad tan segregada como la nuestra? ¿La segregación influye en el trazado simbólico de la ciudad? ¿Hay alguna relación? Pienso, por ejemplo, que a los asistentes habituales a Casa Piedra no les debe violentar que dicho Centro de Eventos esté ubicado en la Avda. San José María Escrivá de Balaguer, de Vitacura. No creo –desde un prejuicio fundado- que les moleste a los empresarios reunirse en un lugar que lleva el nombre del fundador del Opus Dei. Lo raro sería que esa calle se llamara, por ejemplo, Av. Clotario Blest. Y tengo dudas si me gustaría vincular ese nombre –Clotario Blest- con ese centro de negocios y exhibiciones.

Comprendo, por otra parte, que Jaime Guzmán se llame la avenida que está frente a la universidad en que trabajaba y en la que fue asesinada esa persona cuyo nombre despierta recuerdos controvertidos. Admiraciones y repudios. No obstante, es un sitio de memoria, en el sentido de que el hecho que se recuerda es relevante y sucedió en el lugar. Es parte de la memoria del territorio, del tatuaje invisible de la ciudad.

Jorge Montealegre.

“Esta obra significa historia y memoria ante tan innoble asesinato”

Héctor Herrera hizo importante donación a la Fundación Víctor Jara. 

El pasado jueves 30 de marzo en el Ministerio de Relaciones Exteriores, Catalina Echeverría, encargada de archivos de la Fundación Víctor Jara, y Cecilia Fuentes, ayudante de conservación, retiraron una importante donación artística enviada por Héctor Herrera desde Francia, país en el que vive desde 1977 tras llegar como refugiado político. 

El presente consiste en un cuadro titulado Héctor, le chilean del pintor francés Gerard Lattier, donde el artista retrató un crudo momento que marcó la vida de Héctor. A sus tan sólo 23 años, siendo funcionario del Registro Civil, encontró e identificó el cuerpo de Víctor Jara en el Servicio Médico Legal (SML) un 16 de septiembre de 1973. Dos días después, buscó y averiguó el domicilio de Joan, esposa de Víctor, para contarle la trágica noticia. Ese mismo día  —a escondidas— llevó a Joan al SML para recuperar el cuerpo de Víctor, acción que concretaron para darle sepulcro al cantautor chileno en el Cementerio General. Después de ese encuentro, por un acuerdo mutuo, Joan reservó la identidad de Héctor por muchos años.

Lattier, artista y amigo de Héctor, en la pintura retrata siete escenas claves de aquella historia relatada por Herrera, una de ellas, es cuando el ex funcionario del Registro Civil visita el hogar de Joan para informarle lo sucedido, siendo recibido por ella y sus dos hijas. Amanda, la menor e hija de Víctor, le muestra un dibujo de su padre, diciéndole “¡Te lo doy!”. Una acción que quebró emocionalmente a Héctor y lo impulsó a proseguir con su ayuda a Joan.

Al reverso del cuadro, hay recortes de diarios franceses de la época que dan la noticia del asesinato de Víctor, del Golpe de Estado, además de una fotografía del primer logo de la Fundacion Víctor Jara y una foto del artista chileno con su guitarrra, rodeado de niños con la letra de Plegaria a un labrador.

La obra Héctor, le chilean retrata el hallazgo, la identificación, el sepulcro y la memoria de Víctor Jara de acuerdo al relato de Héctor Herrera

En 1998 la obra fue inaugurada y colgada en el restaurante El Rinconcito de Héctor y su esposa Beatrice Dumond en Nîmes (Francia), justo el día del arresto de Augusto Pinochet en Londres por orden del juez de la Audiencia Nacional de España, Baltasar Garzón, acusándolo de implicación en los delitos de genocidio, terrorismo internacional, torturas y desaparición de personas ocurridos en Chile durante la dictadura militar. 

Hasta el 2015 la pintura estuvo enmarcada en el restaurante que fue testigo también de múltiples y cálidas juntas entre chilenos/as que conformaban la asociación Les Amis de Víctor Jara Chili —creada por Héctor y Beatrice en los 90— y que anualmente reunían fondos para donar a la Fundación y “acompañar así la incesante lucha de Joan”, según cuenta Herrera. Desde el 2015 Héctor Herrera quería realizar este obsequio, ya que se había jubilado y vendió su negocio, pero que recién este año pudo concretarlo gracias al financiamiento de la Embajada de Chile y la Cancillería del Ministerio de RR.EE. 

Héctor Herrera en la Embajada de Chile en Francia

Para Héctor Herrera, “esta obra significa historia y memoria ante tan innoble asesinato. Cuando acepté la proposición del pintor de realizar este cuadro pensé inmediatamente en la importancia de que quede una huella pintada en un lugar que yo vivo al sur de Francia, en la ciudad de Nîmes”. 

El chileno de 73 años agrega que el mensaje de la pintura: “En concreto se relaciona con una memoria e historia que es parte de Chile”, pero señalando que “esta historia a mí ya no me pertenece al entregar este cuadro a la Fundación. La idea es que todos los que quieran visitar la Fundación puedan verlo y consultarlo. Ese es mi mensaje fraterno con el trabajo que desarrolla la organización”, profundiza. 

La ayudante de conservación Cecilia Fuentes y la encargada de archivos Catalina Echeverría, resguardando la obra donada por Héctor Herrera en la Fundación Víctor Jara

Como la llegada de la donación coincidió con la conmemoración de los 50 años del Golpe de Estado, la caja que resguarda la obra será abierta y exhibida el próximo 18 de septiembre cuando se cumplen los 50 años del primer entierro de Víctor Jara en Chile.

Relato de la pintura Héctor le chilean: 

Cuadro 1: Héctor identifica el cuerpo de Víctor Jara en el Servicio Médico Legal (SML).

Cuadro 2: Va al hogar de Joan a contarle el hallazgo del cuerpo de su esposo.

Cuadro 3: Héctor, Joan, un amigo de ella y un trabajador de la morgue llevan en un ataúd el cuerpo de Víctor hacia el Cementerio General.

Cuadro 4: El sepulcro de Víctor en el Cementerio General. 

Cuadro 5: Al salir del cementerio, se encuentran con un cortejo fúnebre de militar.

Cuadro 6: Al volver Héctor a Chile visita la tumba de Víctor y se encuentra con múltiples presentes en su lecho como flores, dibujos, poemas y un grupo cantando su música.

Cuadro 7: Víctor cantando Plegaria de labrador junto a su guitarra y niños/as

Canto Libre – Conmemoración 32 años de las jornadas de purificación del ex Estadio Chile post dictadura

Hace 32 años se desarrollaron las dos jornadas de purificación del ex Estadio Chile un 5 y 6 de abril de 1991, organizado por Joan Jara junto a sus dos hijas Manuela y Amanda. Fueron dos días intensos de actividades artísticas, bailes, cantos, interpretaciones actorales y pintura. Todo con la intención de expiar el ambiente de las dependencias del edificio que hoy es el Sitio de Memoria Estadio Víctor Jara. Una acción popular y colectiva en torno a la cultura y a los derechos humanos que dio origen a la Fundacion Victor Jara.

Amanda Jara, al rememorar Canto Libre asegura que: “Junto a mi madre y hermana entramos al ex Estadio Chile con mucha esperanza y decisión para expiar todo eso que había sucedido ahí y también para recuperar ese lugar como sitio de memoria”.

La actividad fue dirigida por el actor y director de teatro Andrés Pérez y el bailarín y coreógrafo Patricio Bunster. Además, personas y organizaciones de Gran Bretaña, Canadá y Estados Unidos colaboraron en la producción como los y las grandes artistas Jane Fonda, Peter Gabriel, Michelle Pfeiffer, Susan Fleetwood, Richard Gere, entre otros.

Desde el espectro artístico nacional, el actor José Soza, la compañía Teatro del Silencio fundada por Mauricio Celedón y Claire, los miembros de las bandas Inti-Illimani y Congreso fueron algunos de los diversos artistas que participaron en las dos jornadas que tuvieron los alrededores y el interior del actual Sitio de Memoria Estadio Víctor Jara con múltiples personas desplegadas expresando arte y memoria.

Mural en proceso a las afueras del ex Estadio Chile
Mural en proceso a las afueras del ex Estadio Chile

En Canto Libre además de purificar el espacio también se hizo una conmemoración por todas las personas que fueron torturadas por los militares en el ex Estadio Chile entre 1973-1974. Así como también quienes fueron asesinados como los casos de Littré Quiroga y Víctor Jara. 

Al respecto, en el evento, Joan Jara sostuvo que: “Víctor, por sobre todo era humano, y aquí murieron muchos seres humanos y muchos sufrieron. Yo creo que nuestro actor debe pensar no sólo en Víctor, sino en todos ellos”. 

Ritual mapuche para purificar el espacio del ex Estadio Chile

Por otra parte, en su libro Víctor, un canto inconcluso describió a la actividad como: “Un acto sublime de amor y solidaridad en el que tomaron parte muchos amigos, que desde fuera del país, lo habían apoyado económicamente; los artistas, que dieron lo mejor de sí mismos; y las seis mil personas que llenaron el estadio para asistir al evento. Cuando el último poema de Víctor, inacabado, fue recitado públicamente por primera vez en aquel lugar, fue realmente como si el último grito de esperanza de Víctor hubiera visto luz. Quizás fuéramos capaces de acabar su canción”, concluyó sobre la última obra del cantautor.

“Sin olvido, bailaremos, bailaremos porque nuestra plegaria canta a sus vidas”

A través del arte, todas y todos quienes estuvieron presentes quisieron resguardar la memoria de las y los detenidos políticos. Una de las que fue parte de las jornadas de purificación fue Muriel Cornejo, actriz, escenógrafa y artista plástica. Tras ya un poco más de tres décadas, le es aún difícil hablar de lo que vivió en Canto Libre, porque tuvo una “mezcla de emociones”, pero afirmó que fue un honor, porque fueron casi dos meses de preparación y conversaciones para definir cuál era la mejor forma de llevar a cabo la purificación del estadio.

Cornejo colaboró con ideas y aportó en la escenografía de Canto Libre, ante esto, expresó que: “Me siento orgullosa de haber propuesto el final con las estrellas para dejar una imagen cósmica del final de Víctor. Eso me gustó mucho. Por otro lado, en lo personal, aparte de lo emocional y de la catarsis de los años de dolor y de tristeza, fue enriquecedor tomar esa catarsis del dolor y transformarla en creatividad”.

Para la escenógrafa fue emocionante estar con Joan, Manuela y Patricio Bunster cuando estuvieron en el camarín en el que Víctor fue torturado, describiéndolo como “un momento muy fuerte y que al recordarlo, me sigue estremeciendo”. Agregando que para el desarrollo de las jornadas de purificación: “Hubo una suma de voluntades para poder purificar el estadio, limpiar ese peso que había allí. Creo que esas jornadas unificaron a muchas personas de distintos niveles artísticos que quisieron colaborar para contribuir a este gran evento con los payadores, la gente del teatro, los músicos, los bailarines. Todos estábamos dispuestos a ensayar lo que fuera para que todo saliera muy bien”, detalló y concluyó la artista.

Ve aquí el registro audiovisual completo de “Canto Libre”: