Por Jorge Leiva
En octubre de 1967, el arquitecto mexicano Rubén Ortiz compuso la “Zamba del Che”, en cuanto se enteró que el líder guerrillero había sido capturado y asesinado en Bolivia. Era una canción triste, y una de las primeras de las muchas que se han escrito en su homenaje: “Vengo cantando esta zamba / Con redoble libertario / Mataron al guerrillero / Che comandante, Guevara”. El músico era mexicano, pero hizo una zamba para saludar al país del Che, y la grabó en un magnetófono casero para mostrársela a los otros integrantes del conjunto donde él tocaba, el grupo Los Folkloristas.
Fundados en 1966, Los Folkloristas -que existen hasta hoy- fueron un conjunto pionero en explorar la música latinoamericana, tal como en esos años lo estaban haciendo otros músicos en el continente. “Lo que hacíamos no se escuchaba en la radio ni en la TV ni se conseguían grabaciones con facilidad” cuenta uno de sus fundadores, René Villanueva, en el libro Cantares de la memoria (1994), donde narra la historia del conjunto. Los músicos escucharon la “Zamba del Che”, pero no la grabaron inmediatamente, y el propio Villanueva se quedó con la grabación.
En 1968, la ex esposa de Villanueva, la bailarina Rosa Bracho, viajó a Chile para integrarse al Ballet Nacional y trajo discos y grabaciones de Los Folkloristas, incluyendo la “Zamba del Che”, para mostrarlas en Chile. En el Ballet se hizo amiga de Joan Turner, y de esa manera Víctor Jara conoció la música de Los Folkloristas, Escuchó todo y tomó dos de sus canciones para su disco de 1969 Pongo en tus manos abiertas: “Juan sin tierra” y “La zamba del Che”, y envió un disco a Villanueva con una dedicatoria escrita a mano para todo el conjunto: “Con un profundo anhelo de paz, amor y libertad, para mis amigos Los Folkloristas”.
Rubén Ortiz, emocionado por la versión, le escribió a Victor Jara y establecieron una amistad por carta, que a comienzos de 1971 se profundizó con la venida de Ortiz y su esposa a Chile. El músico estuvo en la Peña de los Parra, se hizo amigo de los músicos de Inti-Illimani y concibió con Víctor Jara una posible visita a México, que por entonces no tuvo fecha precisa.
Las cosas se precipitaron en la segunda mitad de ese año. El cantautor chileno estaba gestionando conciertos en Costa Rica, Colombia y Venezuela, y en medio de la organización se sumó a México con bastante premura. Así lo contó el propio Rubén Ortiz en el libro La guitarra y el poncho de Víctor Jara (1990), del periodista ruso Leonard Kósichev:
Todo se realizó con el apresuramiento e improvisación que caracteriza a los latinoamericanos: una carta y una llamada telefónica, a tan sólo quince días de su arribo, no permitieron organizar las cosas como hubiese sido deseable.
Así fue como el 5 de noviembre llegó entonces Víctor Jara a México para protagonizar una visita de 12 días. Hizo cuatro presentaciones: en la sala Manuel Ponce de Bellas Artes, en la Peña de Los Folkloristas, el Auditorio de la Facultad de Medicina en la UNAM, y el foro abierto de la Casa del Lago. Además hizo una grabación en video para Canal II del Instituto Politécnico. Su actuación en la UNAM fue la única que se registró con mayor calidad, y las otras solo grabadas sólo parcialmente, en una serie de registros que fueron conservados por Los Folkloristas.
Victor Jara viajó luego a Costa Rica, Venezuela y Colombia. Regresó a Chile a comienzos de diciembre, y en enero de 1972 fue a Cuba durante tres meses y luego estuvo en la Unión Soviética y en Londres. A su regreso comenzó a grabar el disco La población, lo que sumado a la intensidad que se vivía en Chile, dejó los doce días en México un poco perdidos en las historias que estaba viviendo Víctor Jara.
En 1974, un año después de su muerte, el diario comunista mexicano, Oposición, publicó algunas canciones de este concierto en un disco que tituló Victor Jara en Vivo (Grabado en 1971 en la Ciudad Universitaria), y en 1996 el sello Alerce, con el apoyo de la Fundación Víctor Jara, lo publicó con el nombre Víctor Jara en México, con un total de 15 canciones, que se recuperaron de las cintas de Los Folkloristas. El año 2001 la Fundación lo editó como parte del proceso de reedición en CD de la discografía de Víctor Jara y el 2021 tuvo una nueva edición.
Y también está disponible en plataformas de streaming, y circulan muchas versiones en Internet, tal en los 70 y 80 circularon copias de este concierto en cassettes que se copiaban de mano en mano.
En los conciertos habla y canta Víctor Jara en 1971, cuando tenía 39 años recién cumplidos, y acababa de editar su LP El derecho de vivir en paz. En Chile el gobierno de la Unidad Popular completaba un año en el poder, y el ambiente que se vivía en Chile era de optimismo, y ese espíritu se plasma poderosamente en estos conciertos, que además revelan el humor y la simpatía de Victor Jara en el escenario.
El repertorio está constituido por canciones mayoritariamente con historias y orígenes latinoamericanos más que chilenos. Abre con “El arado”, un tema casi autobiográfico, pero luego canta historias universales. Una de la obra Fulgor y muerte de Joaquín Murieta –que solo existe esta versión en su voz–, la de Camilo Torres (de Daniel Viglietti), o la española “La hierba de los caminos”, que invita a cantar con él. También están sus propios clásicos, como “Plegaria a un labrador” y “Te recuerdo Amanda”…
También canta la canción al Che Guevara. “Los versos de esta canción son de un amigo que ustedes han visto cantar aquí en más de una oportunidad. De Ruben Ortiz: La “Zamba del Che”, dijo al presentarla. Ese amigo, que falleció hace justo tres años, el 20 de julio del 2020, fue el que lo llevó a ese escenario, motivado por su amistad, nacida por una canción a un guerrillero, y por su amor a la música latinoamericana. Por nada más. Por ese tipo de cosas, el concierto en México no es solo un registro exquisito de Víctor Jara en un escenario, es también el retrato de una América Latina que hoy parece no existir.